domingo, 13 de julio de 2008

DUENDE elemental de la tierra


Ser ínfimo pero supremo cohabitante de los mundos livianos e invisibles que se entrecruzan con la densidad humana al escuchar el campanario del ocaso.

Eres ese homúnculo diminuto que aparece detrás de las grietas mohosas del atardecer finalizado.

La visión prematura de la naturaleza transformada en movimiento feérico que recoge tréboles y duerme en hornos de barro.

Interpretas los instrumentos hechos por los atalayas del viento, entrando en trance en las rondas que aceleras alrededor de frondosos árboles.

Limonero o sauce, molle o nogal; cualquiera escondite para la picardía de tus bailes de arlequín, pierrot, nicoló y colombina.

Eres el metalurgo del arcoiris pues extraes de él las piedras preciosas que esconden sus colores: los rubís del rojo, el ámbar del amarillo, las ágatas cornalinas del naranja, las esmeraldas del verde, los zafiros del azul, las amatistas del lila, los cuarzos tornasoles del violeta.

Todos formando el tesoro de los nibelungos.

Pequeño celador de los puntos cardinales del nordri, del austri, del sudri y del vestrit; tu sabiduría duendezca expande en el mundo los influjos de tu hidromiel, la bebida que convierte en poeta al que la bebe. Poesía; es la lengua sagrada que profesan tus artes adivinatorias sobre lo oscuro para volverlo límpido.

Alquimista transparente para tí el jengibre, el trigo, la cebada, la caña, el vino y la miel de mis versos en luna llena.


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