domingo, 13 de julio de 2008

RETORNO A LA MUJER HIPPIE


La revolución hippie fue una postura de vida contracultural, una sublevación de costumbres, una propuesta de existencia comunitaria alternativa, una expansión hacia la sensibilidad y la estética humana a través de transformaciones de “paz y amor” en la forma de vida, que se desentrañaron en diversas expresiones que fueron desde el atuendo, la música, la literatura hasta la búsqueda de una realidad diferente a la de los valores tradicionales sobre todo en cuanto a la embestidura de los roles sexuales femeninos conservadores.

A partir de los años sesenta/setenta la apuesta de rebelión de los valores rígidos de la sociedad instaura un proceso de apertura conciencial acerca de lo que significa ser mujer, la feminidad empieza a verse más allá de los roles clásicos de esposa y madre, al insertarse dinámicamente en la esfera profesional, en la participación de sufragio, en la vida intelectual, política y artística se proyecta en ella un abanico de roles transversales: mujer luchadora, mujer salvaje que está encargada de revolucionar el medio estático de estereotipos androcéntricos.

Este no es solo un legado hippie sino la esencia salvaje de lo arquetípico femenino: la bruja, el hada, la loba, la guerrillera, la vidente. Todas estas, según Jung, ideas primigenias fundamentales integrantes de la identidad personal pero en base al inconciente colectivo ancestral, es decir herencia constitutiva de la esencia femenina que implica formas innatas de percepción, de intuición, que determinan la manera de captación del mundo desde una visión de totalidad entre la naturaleza y el ser, de unidad entre el cuerpo, los sentidos y la mente, y entre la sexualidad y espiritualidad.

Como modelo importante de esta comunión entre natura-mujer esta la sincronía femenina con la luna como arquetipo de madre universal uterina que otorga a la mujer la capacidad de recrear su energía a través de cada período menstrual. Tiene el don de la transformación reconstructiva ya que fallece y vuelve a nacer mediante la capacidad creativa de sintonizar con la muerte y darle vida cada 28 días, a través de cada completamiento de ciclo lunar. Este saber se alberga en la matriz, en la fuente de la identidad femenina, puede ser especialmente vislumbrado en el carácter de unidad ecológica que expresa la cosmovisión indígena.

Según la afirmación de Clarissa Pinkola, “todas sabemos en los ovarios cuando es la hora de la vida y cuando es la hora de la muerte” sencillamente porque el cuerpo femenino es un elemento de sabiduría, y la puerta a esta sabiduría es la naturaleza intuitiva de la mujer, reprimirla a sido el rol coercitivo de la sociedad “patriarcal”, mantenerla en vilo para deslizar su poder y crear una construcción social de jerarquías en base a presupuestos unidireccionales “racionalizados” encubiertos de discriminación.

Puesto que los aspectos socio-político y culturales influyen en los parajes psíquicos, los cambios de paradigmas en ellos implican también nuevas posturas vivenciales ante el mundo, la mujer presente se inscribe en una conversión de modelo, al feminismo de la igualdad le sobreviene un vuelco al feminismo de la diferencia, no a la asimetría de la segregación sino a la revalorización de lo femenino en términos de equidad de oportunidades de desenvolvimiento desenmascarando lo que no somos y revitalizando las fuerzas de lo que si somos en naturaleza. Ese es el protagonismo actual de la mujer, expandir su potencial original de perspicacia para emprender acciones decisivas de cambio retomando los valores de comunitariedad, de paz integradora y de amor participativo de los sesenta en respuesta al individualismo globalizado de la postmodernidad, la misión es reconocerse mujer libertaria y actuar en conjunción con este sentido de pertenencia.

DUENDE elemental de la tierra


Ser ínfimo pero supremo cohabitante de los mundos livianos e invisibles que se entrecruzan con la densidad humana al escuchar el campanario del ocaso.

Eres ese homúnculo diminuto que aparece detrás de las grietas mohosas del atardecer finalizado.

La visión prematura de la naturaleza transformada en movimiento feérico que recoge tréboles y duerme en hornos de barro.

Interpretas los instrumentos hechos por los atalayas del viento, entrando en trance en las rondas que aceleras alrededor de frondosos árboles.

Limonero o sauce, molle o nogal; cualquiera escondite para la picardía de tus bailes de arlequín, pierrot, nicoló y colombina.

Eres el metalurgo del arcoiris pues extraes de él las piedras preciosas que esconden sus colores: los rubís del rojo, el ámbar del amarillo, las ágatas cornalinas del naranja, las esmeraldas del verde, los zafiros del azul, las amatistas del lila, los cuarzos tornasoles del violeta.

Todos formando el tesoro de los nibelungos.

Pequeño celador de los puntos cardinales del nordri, del austri, del sudri y del vestrit; tu sabiduría duendezca expande en el mundo los influjos de tu hidromiel, la bebida que convierte en poeta al que la bebe. Poesía; es la lengua sagrada que profesan tus artes adivinatorias sobre lo oscuro para volverlo límpido.

Alquimista transparente para tí el jengibre, el trigo, la cebada, la caña, el vino y la miel de mis versos en luna llena.